domingo, 12 de diciembre de 2010

CINE Y CIUDAD                                            
a Soraya Fernández…

Cuenca, cariñosa lápida, brillo de espejeantes ataúdes abiertos, en la noche de policías y embriagados ladrones travestidos.

Cuenca y su puerta entreabierta, por sus gradas se derraman acuarelas, de frescos viejos y nubes de incienso. En un caballo de humo, Solmadero rapta a la virgen dormida por el eco de la calavera cantora y su guitarra de piel. Es que Cristo cruza el puente borrado, despertando sus poros con el mantra de un floripondio que le brota de la herida…. 

Entre suspendido y sumergido en estas visiones e impresiones, ingreso al Séptimo Festival Internacional de Cine de Cuenca, en el cual son siete los largometrajes que debo calificar, contrariando a mi sombra atleta que no cree en medallas de oro. Acepto el reto porque  siento que la mayoría de los filmes en concurso merecen ser apreciados, y porque me viene bien  cambiar por unos días la polución auditiva de mi barrio quiteño,  por la roca caracol, en la que  escucho a los cuatro ríos, mientras me embriago, duermo y sonrío.

Ingreso al Cine Park y abro los ojos. Empieza “PLOY”, escrita y dirigida por el thailandés Pen-ek Ratanaruang. Película enmarcada en la ya gran tradición del cine del este asiático: minimalista y monumental, profunda y desgarradora. Decirnos tanto con tan pocos elementos y tan pocas palabras, como un aforismo Laotseano en la sabiduría que nos lega o un haiku japonés en su respiración. El desarraigo del inmigrante thailandés que regresa a Bangok de occidente, que llega y nunca llegará pues se encerrará en un cuarto de hotel del que no saldrá hasta el final del drama, siendo liberado por el sacrificio de su esposa del autosecuestro.  Película sutil en el manejo de la sensorialidad, en la interacción de personajes en continuo estado de  interiorización, con el acoplamiento de una banda sonora-música que crea una envoltura de constante silencio, y que profundiza mano a mano con el ritmo de las imágenes  parcas y traslúcidas. Fotografía que logra crear la sensación de vacío en espacios interiores y reducidos, conectándonos con los espacios exteriores a través del reflejo de las ventanas usadas como espejos confrontatorios entre lo que sucede en la habitación del hotel  donde se desarrolla la mayor parte del drama, frente al transcurrir de la calle que circunda el edificio. Ratanaruang,  utilizando las herramientas básicas cinematográficas, crea un universo simbólico y poético. Sugestivo y subjetivo dentro del cual  el estado conciente se integra con el inconsciente sin barreras,  para  decirnos con ironía al final de la historia que no esperemos que nuestros seres amados se desangren por dentro y fuera  para  recordarnos  que los amamos, despertándonos de la derrota de un sofá existencial; dentro del cual  en una burbuja de orgasmo suspendido, dos amantes clandestinos, inhalan sus alientos al ritmo de un tantra que a cualquier espectador mal sentado lo haría  multiplicarse en implosiones…Y la adolescente estrafalaria que espera  que la vayan a buscar se ha disuelto entre las sábanas y corredores claroscuros  como un fantasma imperceptible…

INTIMIDADES DE SHAKESPEARE Y VICTOR HUGO
Yulene Olaizola con este documental de ochenta y tres minutos,  que al verlo se transforma en una ficción real, se graduó en su escuela de cine de la ciudad de México.

Realizado con una cámara de video básica,  en un ambiente familiar  y de manera artesanal,  deja fluir la narración de su abuela propietaria de un hostal de barrio, que cuenta la historia de un ser extraordinario que fue su huésped, manteniendo una doble personalidad: la del artista autodidacta y genial, con la de un asesino en serie de mujeres. La apasionada narración de la abuela, va ilustrada con las obras de este ser mítico. Sus pinturas  de diferentes estilos pero magistrales, sus escritos a mano, poéticos y filosóficos, plasmados con una caligrafía perfecta, roja y musical. Las canciones románticas  que expresan su gran capacidad de intérprete, pero con una voz barrosa y profunda, que a veces hace olvidar al autor; dan muestra de un ser capaz de aprehender de manera intuitiva de los grandes creadores y expresarse con su propio yo, antes de dividirse en la llamada doble o de múltiples personalidades del psicoanálisis y sin pretender ser un artista de vitrina. Pues lo que crea es dedicado a los seres que aprecia, como una tarjeta de navidad, pero más que nada como una carta de amor, en este caso, a la propietaria del hostal, a quien ofrenda su no pretendido legado, que no hubiese pasado de una historia familiar, de no ser por la agudeza  de la realizadora, que logra tejer, entre los testimonios de la abuela y de otros testigos, el paso extraordinario por este mundo, de Jorge Riosse, quien también fue un asesino en serie que asoló a la capital mexicana, hasta la noche de su desangramiento. Al  ser herido y sentirse descubierto y perseguido, retorna al hostal, a su nido guarida, donde encontró profundizaciones del afecto que careció en su infancia familiar, de la que se auto expulsó.

Película  en blanco y negro, que hilvana una historia real, corroborándonos que la realidad humana en su esencia no necesita de la ficción, ni de tinta roja ni amarilla.

Documental, como concepto visual, pero contado a lo drama aristotélico,  al punto de convertirse  al final en una película de suspenso,  que nos deja   en el limbo de la duda; de que si lo que  acabamos de ver fue un invento de la abuela  con la complicidad de la nieta, o que si realmente ¿él fue el asesino?…pero esto ya no  importa   a los policías, pues el asesino ya desapareció. Quizás los parientes de las víctimas sigan clamando a la justicia divina, mientras la abuela lo recuerda con ternura. Aunque la sociedad mejicana atemorizada y perpleja, se haya ido  acostumbrando a cuantificar las víctimas de ciudad Juárez y sus alrededores;  pagando el tequila del embriagado psicópata de sus gobiernos.

LA ORILLA QUE SE ABISMA
Gustavo Fontán, nos introduce a través del poema del  entrerriano Juan L. Ortiz,   por un viaje ultra sensorial, en un constante estado de vigilia por la aguas del río de un poema  entre dormido y despierto. Sombras iluminadas por luces frías o tibias, en el reflejo de las aguas vaporosas que nos ahondan cada vez más en el viaje silencioso de la cámara, llevada por vientos sutiles, atravesando follajes y partos de rocíos, desde la mirada inicial de un gato sin maullido, con  la que empieza la obra.

En 64 minutos se deshilvana y fluye un poema visual inspirado en un poema escrito y motivando esta interpretación poética. Obra esencialmente activadora  de la capacidad interpretativa de los sentidos, en constante interacción: cuando escucho  veo, cuando huelo recuerdo, cuando recuerdo imagino, cuando imagino me veo en estas imágenes tejidas entre sueños.

Uno de los logros de Fontán y el fotógrafo Luis Cámara, es el haber llegado a compartir un viaje mutuo, sin ningún exceso tecnológico, utilizando únicamente disolvencias a un ritmo adecuado, para guiarnos en el viaje entre la frontera de un constante despertar imposible o un continuo atardecer suspendido. La película exhala e inhala desde el fondo del espejo de la cámara un vaho desvaneciente, que nos permite revelarnos algún misterio personal, perdiéndose en el interior de  nuestra propia mirada.

Imagino a Borges escuchándose con los ojos ni dormidos ni despiertos, y recuerdo el verso de Alejandra Pizarnik : “Contemplar el mundo, a través de una alcantarilla, puede ser un punto de vista, pero la verdadera rebelión consiste, en contemplar a la rosa hasta pulverizarse los ojos”.

Escribo solamente sobre estas tres películas porque son las obras que realmente exaltaron mi admiración.

También escribo, mientras recuerdo la noche en que la calle de las trabajadoras sexuales se transformó en un cine abierto, con proyector y audio de primera. Y luego de la proyección del largometraje Colombian Dreams,  una de las treinta y tres películas invitadas a la muestra paralela, las madres prostitutas, se fotografiaron con estrellas de la farándula cinematográfica latinoamericana, como la argentina Mariana Santangello, personaje principal del filme uruguayo “ En la Puta Vida”; y  de la televisión colombiana, como Maria Adelaida Puerta, diva de la telenovela “Sin Tetas no hay Paraíso”. Al mismo tiempo que nosotros, desde lo alto de la quebrada lanzábamos cerillos encendidos a la noche cuencana…que empezaba a oler, a caramelo maldito…

FESTIVAL DE CINE DE CUENCA 2008