domingo, 16 de enero de 2011

CINE IN-DEPENDIENTE

Publicado en el número 12 de la revista “EL BÚHO”

Nueva York, la pecera multicolor estalla, pero los peces están enamorados de la explosión. Sobre todo los de Manhattan, porque los de Queens, el Bronx y gran parte de Brooklyn son los guetos donde se concentran negros, latinos, asiáticos y europeos del este, quienes con su esfuerzo muscular mantienen brillantes las torres de vidrio y limpios los desagües, para por las noches con sus artes diversas levantar el ánimo de una sociedad espiritualmente agotada y por lo tanto ávida de placer. Sociedad regida por Kronos, más exactamente por el segundero del dinero, reloj que marca el destino, la extensión del dolor y el gozo de sus esclavos.

En el Village es la fiesta. Aquí se concentran las vidrieras, galerías y teatros. Los cines, discotecas y bares para artistas, hombres de negocios y turistas anonadados ante la excesiva producción de espectáculos en serie. El Village Voice anuncia alrededor de novecientos shows diarios en todas las manifestaciones artísticas, aparte del sexo por teléfono que abarca ocho páginas de este periódico semanal. Mujeres y hombres de todas las edades y razas, garantizan un orgasmo prolongado y discreto por dos dólares el minuto de conversación telefónica.

No es exagerado decir que en Manhattan todos somos cineastas. El cine es la religión, el dinero la sangre de Cristo, los actores los dioses, los directores los monjes, los guionistas los apóstoles y el público los alegres feligreses que en cualquier momento se pueden transformar en estrellas de cine o por lo menos de la revista Vogue, con tan solo ser descubiertos por el fotógrafo de turno, mientras pasean por el Tompkin Square con su perro fiel-amante y con el alma desnuda a través del vestido estrafalario. Con las pupilas casi borradas por la heroína que puebla la soledad con sueños de estrellato y vacaciones con un amante viril, ya que ser gay es el denominador común y honrado de los chicos del village, y el que muere de sida es considerado un mártir y será nuevo tema de inspiración para el cine o por lo menos para un bet-seller literario; porque en Estados Unidos los artistas se inspiran en la moda y la moda la hacen los artistas y el sida es la enfermedad de moda de los artistas, así como en otros siglos lo fuera la sífilis, pero sin tanta rimbombancia.

No cabe duda que en Nueva York hay poetas, filósofos y genios, que también esperan su turno pacientemente en las aceras y parques del Village. Me atrevería a decir que los mendigos son las personas más inteligentes y eruditas de esta ciudad, pues se alimentan de basura y en Manhattan se arrojan los mejores libros, así como hermosos trajes, electrodomésticos y discos de acetato. En la puerta del edificio en el que vivo, duerme un Ser, tiene una libreria ambulante y es poeta políglota: pinta un Frankeistein humillado e implorante. Cada vez que le doy los buenos días, señala el cuadro y me dice: -mira lo que han hecho conmigo. No sería raro que un guionista con cierta agudeza descubra al personaje y escriba  una historia sobre su vida, maquillándola de trivialidades y la cierre con un happy end. Entonces este Ser dejará de ser anónimo y esclavo de la locura y pasará a ser famoso y esclavo de los nuevos  vicios del confort, convirtiéndose en un santo más de la devoción del público, porque no he conocido un pueblo tan amante de su cine como la nación norteamericana.

De cien personas encuestadas en diferentes sectores de Manhattan, poniendo énfasis en la población de origen anglosajón, ochenta y cuatro respondieron que su cine era el mejor del mundo, trece prefirieron el europeo y tres demostraron mayor información, comentando de Bergman, Tarkovsky y Greenaway.

Resulta paradójico que en el país donde se produce la mayor cantidad de información sea su ciudadanía la más desinformada de lo que acontece en el mundo que la nutre. Nación ahogada en su exceso, cegada en su luz, enferma por sobredosis de alimento. Adicta al consumo de todos los olores, formas y sonidos pero que no provoquen mirarse para adentro ni karmas negativos; ya que el "positivismo" es la filosofía oficial.

Nación sedienta de vida, cultiva la muerte y el terror, desde el genocidio que cometieron los colonos-peregrinos contra los nativos americanos hasta la actual invasión injustificada a Irak. También es muy doloroso que los niños se formen con un cine y televisión que en su mayoría inspiran violencia, dentro de las escuelas y los núcleos familiares, con el propósito de educar un público adicto a todo el consumismo que gira en torno a la "cultura de la violencia"; y sus nefastas consecuencias para el resto del planeta.

Y es penosa la complicidad de la prensa que maneja el criterio colectivo más parcializado e irreflexivamente que en nuestros países.

En este contexto nos introducimos en las salas y archivos del cine independiente neoyorkino, admiramos, investigamos y conversamos con algunos de sus realizadores. Hablo en plural porque mi sombra me ha tomado la delantera y me lleva de la mano.

El cine independiente estadounidense surge como una alternativa al monopolio económico y estético hollywoodense y tiene como epicentro al Nueva York de los años sesenta; siendo su precursor el actor y director John Cassavetes con SOMBRAS (SHADOWS), que de entrada va rompiendo con el estilo narrativo, temático y del happy and californiano. Película producida con un gran esfuerzo de su realizador, que trabajaba como actor en filmes mediocres para financiar ésta y casi toda su filmografía posterior (FACES, HUSBANDS, MINNIE AND MOSKOWITZ).

Seguido aparecerían CALLES VIOLENTAS y TIN GOLPEA A MI PUERTA, de Martín Scorsese. Luego surgen directores como John Sales. Jim Jarmush, Abel Ferrara, Ang Lee, revelando diferentes personalidades cinematográficas, autenticidad en cuanto al manejo de temáticas y estilísticas, cuasi propias.

Los críticos de Nueva York en su mayoría se expresan en buenos términos, exaltando la labor independiente. Entonces surgen nuevas productoras en esta ciudad, como Good Machine con Ted Hope a la cabeza, Killers Film de Cristin Bachon, Shoothing Gallery con la conducción de Larry Manstrich.

Estas empresas incrementan la producción de una cinematografía en un principio diferente, para luego ser invadida por muchos realizadores que proponen historias comerciables que son aceptadas debido a exigencias del público y naturalmente de financiamiento. Aquí comienzan a producirse películas de todo nivel estético, en su mayoría malas, tanto o menos que las hollywoodenses, pero con presupuestos inferiores. Se amplifica el fenómeno en otras ciudades como San Francisco, Los Angeles, Chicago y Boston, hasta alcanzar actualmente a producirse alrededor de seiscientos filmes independientes al año, en todo el territorio nacional.

A pesar de que este cine es tan variado en cuanto a géneros y niveles, se caracteriza por ser esencialmente urbano y netamente narrativo; en el que lo más importante parece ser la actuación y el argumento, quedando en segundo plano el aspecto artístico tecnológico. Quizás en principio producto de las limitaciones presupuestarias, lo que automáticamente marca una diferencia estética frente al derroche y la excentricidad tecnológica hollywoodense.

Vale anotar que el primer boom independiente va acompañado con el boom de Hollywood a nivel mundial, en los años setenta. En la década de los ochenta el desarrollo del video y la televisión genera una crisis cinematográfica de carácter global. Los filósofos californianos alzan la vista a Nueva York y miran a sus alrededores en busca de talento y nuevas ideas. Descubren a Quentin Tarantino, Speak Lee; abren sus tentáculos y arman alianzas con productoras hasta entonces completamente independientes, como las mencionadas anteriormente, bajo el signo del chantaje y al mismo tiempo augurios de éxito y mejores condiciones de producción. Paralelamente en los años ochenta, con el padrinazgo de Robert Redford, se crea el Festival de Sundance que muestra y proyecta a los noveles y ya conocidos cineastas independientes. También se funda el Sundance Channel, medio por el que se difunde el cine que no depende exclusivamente de Hollywood.

A pesar de los enganches, tires y manejes con los zares californianos, el cine independiente se distribuye únicamente en las principales ciudades de Estados Unidos y Europa, convertido ya en una nueva mina de oro del vecindario de Beverly Hills, estableciéndose como un cine corriente en el que un espectador no podría diferenciar si está viendo un filme hollywoodense o el de una productora independiente.

En los noventa se descubren realizadores como Todd Shlondz con FELICIDADES, BIENVENIDO A LA CASA DE LAS MUÑECAS; y Tood Heinz, autor de VENENO SEGURO, VELVET, GOLD MINE, directores que se destacan por ciertas características autorales. Shlondz trata temas como los de la inseguridad adolescente y la inestabilidad familiar, poniendo especial énfasis en la actuación y el argumento, que son los elementos más sólidos de su obra. Heinz se revela como un director pasional; sus películas, diversas pero identificables por el manejo desgarrador de obsesiones psicopatológicas, motivadas por desórdenes sexuales dentro de una sociedad incomprensible y cruel.

A pesar de la gran producción de cine independiente, hasta el día de hoy siguen brillando los nombres de Jim Jarmush (VACACIONES EN LA TIERRA, BAJO LA LEY, EXTRAÑOS EN EL PARAISO, EL TREN DEL MISTERIO, EL AÑO DEL CABALLO, UN HOMBRE MUERTO)      .

Abel Ferrara, entre cuya obra destacan: MISS 45, EL TENIENTE MALO, EL REY DE NUEVA YORK. Jarmush, considerado por los críticos como el más "europeizado" por su estilo y porque además es en Europa y Japón donde su trabajo es mayormente admirado y difundido, tanto es así que europeos y japoneses han financiado algunas de sus películas. Si dotar a un cine realista de elementos poéticos y construir personajes inteligentes con un rico universo interior, dentro de su decadencia, significa ser un director europeo, me parece una definición facilista y equivocada, porque Jarmush es un director neoyorkino que conoce la idiosincrasia y la cultura estadounidenses a fondo y que las humaniza dentro de sus posibilidades, rompiendo con el veloz montaje del cine de acción externa; invitándonos a ingresar a sus historias a través de la ventana, muchas veces estática y profunda, de sus composiciones de cámara.

Ferrara, que anda en un Ferrari sin freno dentro de su casa, porque Abel ya no sale. La ciudad de sus fantasmas lo aterra, la luz del día lo encandila y las calles nocturnas le producen vértigo. Habita un "basurero" en el décimo octavo piso de una torre del Mid-town Conserva sus días en alcohol y en toda la farmacopea clandestina. La vida y el talento que le restan ya están vendidos por adelantado a sus productores, que con termómetros le miden la temperatura diariamente, para que su máquina que ya cruzó la meta sin darse cuenta, no se funda y siga produciendo talento comercial.

Pero Abel es incontrolable y genial. Es el prototipo del cineasta maldito que sufre en carne propia cada uno de sus personajes. Prefiere no hablar de cine, prende el teclado, dos guitarras y se arma la fiesta. Suenan los Rolling, improvisaciones en blues, rumba y macumba; pero Abel ya no resiste, antes de caer sobre el diván agujereado me abraza y me dice con voz gangosa: -solo tú me escuchas-.

Ferrara es un cineasta con altibajos dentro de la veintena de filmes que ha realizado. Es el ejemplo patético del artista chantajeado y exprimido por la máquina de la fortuna. El es consciente de esto y quizás sea uno de los karmas que más le duele.

Aunque en películas, como las nombradas anteriormente, podemos apreciar su talento en esplendor, su extraordinario manejo narrativo, su maestría en el desarrollo de los personajes, el suspenso, el terror puramente psíquico, exento de efectismos. La sobriedad para abordar un mundo caótico y subterráneo, revelando dimensiones filosóficas y poéticas. Estas características hacen de Abel Ferrara el cardenal del underground neoyorkino, en lo que a largometrajes se refiere.

Uno de los avances más importantes para la cinematografía ecuatoriana, es el éxito con el que crece Enrique Chediak en el cine norteamericano. Chediak también dirige, pero sus logros mayores son hasta el momento, como director de fotografía. Gana el PREMIO A LA MEJOR FOTOGRAFIA en SUNDANCE 1.997, con HURRICANE STREET. Después dirige cámaras en los largometrajes: SAPOS POR CULEBRAS; GETTING OF; DESIERTO AZUL; LA FACULTAD, bajo la dirección de Robert Rodríguez. Hizo también la fotografía del HERVIDERO, un largometraje con ocho millones de dólares de presupuesto, bajo para el cine hollywoodense y alto para el independiente.

La fotografía de Chediak ha sido elogiada por la crítica especializada en este país. El "Variety" dice sobre su trabajo en LA FACULTAD: "la película tiene un look muy eficiente que recuerda la ficción de los años cuarenta en el manejo de la sombra". "Hollywood Reporter" opina sobre la misma obra: "Chediak tiene un ojo muy agudo para captar el absurdo y el temor adolescente".

Con cierta frecuencia converso con Quike que aparte de ser un buen lector, tiene la bicicleta más vieja del barrio. Estudioso de la cocina y amante de la música. Dice que prefiere a las mujeres maduras, y que  disfruta de la soledad viendo películas que inspiren su trabajo. De apariencia sencilla, no gusta  hablar mucho de los más de veinte largometrajes que ha fotografiado. 

Para cerrar este artículo quisiera señalar que no he incluido a los cineastas experimentales, ni a los miles de cortometrajistas neoyorkinos con quienes a menudo me cruzo en parques y bares profundos, siempre acompañados de sus cámaras de 16 u 8 milímetros, captando sombras y relieves del claro oscuro manhattense. Ya después llegarán cartas sobre ellos; aunque confieso que la labor de crítico no me atrae, pero a veces también hago con placer lo que no me gusta...