lunes, 4 de julio de 2011

Publicado según su editor, entre los números 18 y 21 de la revista “El Búho”, con el título de “Lagartito.com”… Nunca vi la publicación, pues en ese entonces me encontraba encadenado por excesos de consumo, preparándole un homenaje a  Harry Houdini.

LA INOCENCIA  DE CHARLY

                                                     
A la memoria  de Juan Carlos  “Sofía”

A Reed Charly las agujas se le torcían en los callos de las venas. La heroína lo estaba consumiendo en la propia sed de su sangre. Ya no había poro libre para inyectarse una dosis, ni aliento para seguir tocando y cantando, en “The Electric Church”, banda insigne del underground neoyorkino de principios del nuevo milenio. En el último concierto celebrado en el CBGB’S, Reed Charly se metió una  dosis para resistir, y se la pasó maldiciendo al nuevo Papa nazi, jurando que ya lo estaba electrocutando con su guitarra psicodélica, que tenía la forma de una cruz, acompañada por sus alaridos de alto voltaje.  

Pero realmente quien era electrocutado era el público, en un continuo electroshock musical, que hizo desatar una tormenta de relámpagos a la media noche del East Village neoyorkino. En el orgasmo de una canción, el músico se clavó en el piso con la intensidad del rayo. Un silencio caluroso se instaló en el ambiente y luego fue interrumpido por la sirena de la ambulancia. -Reed Charly cayó otra vez -murmuraba una rubia con los pezones inflamados. Un calvo con la cabeza sembrada de body persings, se picó la vena, en honor a su astro caído.

Era la séptima vez que Charly se derrumbaba. Las ocasiones anteriores se había sometido a los programas de rehabilitación, tan populares en el ambiente bohemio del Village. Pero la metadona ya lo tenía hastiado, aparte de crearle una nueva adicción legal, lo mantenía demasiado bajoneado, sin la chispa creativa que en ciertos momentos todavía lograba con la heroína. Necesitaba algo diferente, un viaje a un país desconocido, quizás sería la solución temporal. Un lugar en el que la heroína no reine, un paisaje paradisíaco donde la droga sea la misma naturaleza; y así encontrar un nuevo amor que le permita olvidarla… Soñaba con un río de agua pura que destape los caños de su sangre.

Después de una semana de desintoxicación en el Michigan Hospital, prendió su laptop, y al azar encontró la palabra Ecuador. Se enteró de los ríos salvajes y puros, de serpientes hipnotizadoras, de tzanzas y ritos sanadores, de ciudades más viejas que  Nueva York, coronadas por campanarios que sonaban al unísono, en las faldas de  inmensas pirámides  de hielo, cuyas cúspides del alma, coronaría abrazado a un cóndor solidario. Imaginó volver a nacer purificado, a través de la vagina de una de esas indias barrigonas que se veían en las tarjetas postales. Reflexionó, que la pobreza lo volvería menos consumista y que por lo tanto no necesitaría mucho dinero, porque además sus cuentas bancarias estaban rotas y los dillers de la zona lo tenían amenazado de muerte, por ofrecer pagar mañana y no poder, ya que sus ingresos le alcanzaban sólo para mantener las dosis del día.

Buscando información sobre costos entre empresas de turismo, descubrió una página web que lo sedujo. Lagartito. Com. Tour nocturno por Bazu-Quito. Charly hablaba un poco de  spanglish, que había aprendido con los dillers neoyoricans del Lower East Side neoyorkino, y le atrajo sobremanera la musicalidad rimada de la frase. De inmediato se contacto con la empresa, reservó pasajes,  y antes de embarcarse llamó a su padre que era un acaudalado hotelero de las Vegas, para contarle que había encontrado el lugar ideal para rehabilitarse y que por favor le deposite en una nueva cuenta tres mil dólares. El padre moviendo la cabeza negativamente aceptó. De inmediato  depositó el dinero a su hijo y llamó a una agencia de investigaciones, para que le informaran en qué andaba su primogénito.

Mientras Charly volaba  rumbo a Quito, repetía la misma frase que como buen compositor, la arregló a su manera: -I going with Lagartito to Bazu-Quito Punto Quito -coreaba la frase a un ritmo mariachi, que había aprendido en el parque Chapultepec, sin entender  el juego etimológico de la palabra Bazu –Quito.

COMITÉ DE BIENVENIDA
Era un atardecer nublado del mes de marzo, cuando el avión aterrizó haciendo piruetas entre las montañas que rodean la ciudad. En la sala de llegadas lo esperaba el “Lagartito”, acompañado de Sofía, que tenía en sus manos un ramo de jugosos floripondios.

Reed Charly, descendió de la nave con una pequeña mochila y su guitarra  viajera, llena de parches. Detrás de él, pero a cierta distancia bajaron tres tipos bien peinados y algo fornidos.

De acuerdo a las características trasmitidas por internet, fue muy fácil para la pareja, identificar al pecoso pelirrojo,  que además usaba una chivita puntiaguda y fosforescente.

Lo recibieron con sonrisas y abrazos. Sofía le entregó las flores y luego de besarle las mejillas expresó:- welcome to the country of dreams.

Lagartito en silencio estudiaba la psicología del cliente, y el momento de abordar el taxi, manejado por el Pipitas, encendió una boquilla. – Esta es la pipa de bienvenida, dijo el empresario, cruzando la cachimba a su cliente que iba en el asiento de adelante, rumbo a la Mariscal. -¡Oh the pipe of peace! -exclamó Reed Charly, antes de absorber profundamente el humo denso que salía por la boquilla.  Hubo una bocanada de silencio.

-Esto recordarme al crack pero ser mejor el olor -reflexionó el visitante, al mismo tiempo que un cortocircuito hacía vibrar su cuerpo y alma. Miró a sus acompañantes que iban en el asiento de atrás, con un gesto afirmativo pero con los dientes templados.
-¿Esto ser el estadium? -preguntó Charly al cruzar por la plaza de toros.  
-No sir, es la plaza de toros –contestó el Pipitas, atragantándose con un pipazo.
-¡Oh, toros yo no  matar, solo comer hamburgers! Yo sólo matar al Papa Nazi, já, já.
-Y yo sólo envenenar gringuitos, jé, jé _-replicó el Lagarto.  
-Sí, es mejor, los gringos ser infection y yo querer curarme –acotó Charly.

Sofía armó otro pipazo el cual Charly encendió con tortuoso regocijo, puesto que se quemó las pestañas y las yemas de los dedos, con el encendedor.

-Hay que mantener la pipa recta y no se debe acercar mucho la llama al material -explicó la maestra Sofía.

El taxi ingresó a la Mariscal, cuando la noche se abría, revelando el cielo y sus ardientes estrellas sedientas… El olor de los shawarmas se coló por las ventanas.

-Esto recordarme Estambul.
-Quito tiene de todo un poquito, mi gringuito -replicó Sofía.
-Quito, mi gringuito, un poquito (bis) -repitió la frase Reed Charly, estallando en carcajadas cantadas.

El taxi se detuvo en la esquina de la Pinto y Reina Victoria. El Lagarto pidió al Pipitas, que los pase a buscar más tarde. Ingresaron al hostal. Era una casa de dos pisos, con chimenea apagada, pero por cuyas ventanas brotaban humeantes nubes. En la puerta parloteaban unas negras en minifalda, con un gordo africano vestido de  traje nacional.

-Ahora llegamos al África -comentó Charly.
-Sí, al África Ecuatorial -respondió el Lagarto.

El recepcionista de raza negra anotó los datos del visitante, entregó las llaves, y Charly con  su comitiva subió al segundo piso. Por los corredores iban y venían mujeres y niños de la misma tez. Algunos africanos, otros oriundos de Esmeraldas.

Ya en la pequeña habitación, cuya ventana rota daba a la esquina, Charly canceló trescientos dólares, que era el precio convenido por una noche-tour,  a través de Bazu-Quito. El Lagarto se embolsilló doscientos y entregó los cien restantes a Sofía, que mientras Charly se duchaba en el resbaloso baño común, sacó de su cartera un pequeño espejo-corazón, y empezó a arreglarse las pestañas postizas y el color de los labios. Pues  era un travestí, la travestí reina de la Mariscal, y digo él-ella, o mejor ella-él, dependiendo del momento, el deseo y el recuerdo. Ahora era él queriendo ser ella con la ayuda de sus pestañas y labios rojos. Es que el verse como hombre en el espejo, le traía malos recuerdos, de esa infancia maquillada de masculina falsedad. Ahora ya podía ser la niña que siempre soñó, sólo que en vez de jugar con muñecas, tendría que jugar con peligrosos muñecos desalmados, cuyos bajos instintos muy bien conocía. Al ser una mujer encerrada en el cuerpo de un hombre, podía manejarlos desde adentro; y ahora, con la mayor seguridad que le daban los implantes de silicona, era capaz de utilizar esa fuerza masculina que tenía que esconder en su interior,  pero con sutileza y precisión. Se sentía capaz de ser amiga, de querer y odiar con igual bondad  y crueldad, tanto a ellos, como a ellas. Pues era todos en una  y uno en todas a la vez, en su inmensa y sabia soledad, desarrollada en gran parte por la incomprensión de los seres que ella llamaba “Los Mochas”.   

Charly volvió de la ducha, el Lagarto lo recibió con un pipazo doble.

-Thanks, esto calentar el agua fría.

LA CENA
Eran las ocho de la noche. Acababa de pasar  por el barrio la última nube lluviosa.

El trío caminaba por los adoquines mojados de la Calama, llena de turistas y ladrones,  de informantes y policías, cuyas sombras húmedas y alegres,  otras sigilosas y al acecho, eran grabadas por cámaras de seguridad suspendidas a los postes de luz. Deambulaban  quiteños demasiado borrachos para ser la noche de un lunes. Acechaban los vendedores de pared raspada, disfrazada de base, de cocaína mezclada con anfetaminas. Pequeña calle repleta, de bares y restaurantes, franceses, mongoles, hindúes y paquistaníes. Pizzerías y hamburguesas de mala muerte.

-Yo no tener hungry, pero me gustaría probar some ecuadorian food.
-El único restaurant de comida típica ya está cerrado -respondió el Lagarto.
-¡Oh  I’ sorry!, entonces busquemos algo de beber.
 
Caminaron hasta un bar de la Lizardo García. Se ubicaron los tres en la barra de madera. Charly se sentó en el centro, escoltado por Sofía y el Lagarto. Sonaban los Orishas de Cuba, agitando el claro oscuro del bar semivacío. Algunos espectros ebrios de la noche anterior, aún relampagueaban por las mesas.

-¿Qué drink nacional me recomienda? -preguntó Charly al barman enano y de mirada oscura.
-Lo único que tenemos es ron San Miguel.
-But the ron ser cubano -replicó el visitante.
-Pero el santo es ecuatoriano -respondió el Lagarto con ironía.
-¡Oh!, I unterstand. Deme un Quito libre con santo y coca cola ecuatoriana.
 
Sofía pidió un margarita y el Lagarto una cerveza  club. Charly marcaba el ritmo de la música, sobre la barra. El empresario, cada cinco minutos salía a pegarse un pipazo en la esquina. Sofía sacó un sobre de sus pantys y convidó un par de “pases” a Reed Charly. Los tres chocaron las copas.

-I’ sorry, this rum no gustarme, me pude dar un Jack Daniel´s.

El Lagarto miró con el rabo del ojo a Sofía como diciendo ‹‹jodido el gringuito››.

El barman disimulando su incomodidad sirvió un wishky doble al turista.

Reed Charly se pegó un sorbo que de inmediato escupió.

-Oh shet, esto no es Jack Daniel’s, este wishky ser falso.
-Esto es parte del tour por Bazu-Quito –replicó el Lagarto con voz firme.

De inmediato sacó un billete falsificado de su billetera y pagó. El enano entrego el vuelto, frunciendo el seño, absurdamente ofendido por el reclamo. Los tres salieron del bar.

-Para un trago falso, hay un billete falso -exclamó el Lagarto. Los tres chocaron las manos en señal de complicidad y siguieron caminando  hacia la Juan León Mera.

A la media noche, en la esquina de la Cordero y Reina Victoria descubrieron un cuerpo extendido, junto a una alcantarilla. Tenía los brazos en alto, en señal de victoria. La mano sostenía un puñal retorcido, cual antorcha para su alma. Los ojos en nublada calma, la boca todavía abierta después de su  última palabra: ¡paz!, pronunciada con sangre, ahora yacía  tatuada,  en el frío de sus labios. La luz del poste iluminaba la vulva sangrante del cuello y el río púrpura que se llevaba su alma  por el desagüe. El Lagarto, cauteloso, detuvo  el tour y señalando su reloj con  un gesto, les pidió guardar un minuto de silencio por su amigo caído. Se quedaron en la acera de enfrente, viendo como dos policías desvalijaban el cadáver, de reloj, anillo y cadena de oro, con la complicidad de la cámara de seguridad de la esquina.

-Es el negro Isidoro, no les había pagado a los “Primos”; les debía dos kilos -dijo en voz baja el Lagarto.
-De la que me salvé en Nueva York, cuando vuelva tendré que pagar a todos los dillers -habló Charly para sí.

La expedición  siguió su marcha  rumbo a la 6 de Diciembre. Al llegar a la calle Juan Rodríguez, dos niños harapientos, tenían arrinconados, con picos de botella, a una pareja de turistas europeos. Pasando por la vereda contigua, el Lagarto sentenció: Eso les pasa por no inscribirse en mi tour. Los niños se perdieron por entre las sombras verdes de los árboles,  con algo de dinero y una cámara de fotos. El  Lagarto se acercó a los turistas, los consoló y les entregó una tarjeta con los datos de Lagartito.com. Luego encendió un pipazo de base, que les convidó a los perjudicados. Estos al principio no aceptaron, pero al ser motivados por Charly desde la  otra acera, con un guiño de ojo, se pegaron un par de jalones. De inmediato se incorporaron, como liberándose de una pesadilla. Se alejaron erguidos, caminando de prisa y mirando para todos lados.

    
-Esto es more intensive que Hollywood movie. I like base -Charly comentó con Sofía.
-Esto no es base, esto es bazu-Quito -respondió Sofía, pegándose un pipazo.
-¡Oh!, I love bazu-Quito -exclamó Charly, mientras la cámara de seguridad del poste de la esquina, seguía grabando todos los sucesos.

EL SHOW
En el Matrioshka se iniciaba el show de media noche. El trío se sentó en primera fila, junto al escenario. Los tres tomaban “margaritas”. En una mesa contigua había una pareja de gays anglosajones. El bar estaba  copado de turistas, curiosos, bisexuales y sensuales lesbianas.Un mesero mariquita se deslizaba entre las mesas. En el fondo del bar, estaban sentados los tres tipos fornidos que llegaron en el mismo avión  que trajo a Charly. Sonaba una canción sutil de Miguel Bosé.

Sofía se dirigió al vestuario.

Hubo un lapso  silencioso, las luces violetas se proyectaron lentamente en la nube rosada, que colgaba sobre el escenario, con forma de corazón. La alta y estilizada Sofía, envuelta en su traje de sirena plateado, con lágrimas de lentejuela, apareció en el escenario ejecutando un violín profundo y lagrimeante.  Sin detener la música, convocó al público a un orgasmo tántrico colectivo, a base de respiraciones vocales , en situ, motivadas por las notas del violín, que apuntaban a los chakras y meridianos más sensibles  y bloqueados de cada organismo. Al mismo tiempo que ejecutaba el instrumento, marcaba el ritmo de las respiraciones por la boca, que iban de menos a más.

-Columna erguida, talones unidos: un, dos, tres, seis veces, ahora, vamos  más rápido…

Sofía había estudiado los manuales tántricos de Ambika Raihna,  a  los que incorporó su virtuosismo con el violín.

Aparentemente todos seguían las instrucciones, excepto el Lagarto, que aprovechándose del trance en el que se encontraba la pareja de gays, en la mesa de al lado, les robó una pequeña cámara de video que sobresalía de un bolso de mano que reposaba en el piso.

Abandonó el bar, y llamó al taxista Pipitas para que los viniese a recoger.

De los presentes que siguieron las instrucciones, la mayoría desembocó en el ansiado orgasmo comunitario.  

SESIÓN
En el centro de la habitación había una vela encendida. Sobre un taburete junto a la cama, estaban los floripondios, que Sofía había colocado en un florero con agua. La luz de la calle, entraba por la ventana rota, inflando la sombra de la vela en la húmeda pared.  

Todos se sentaron alrededor de la llama. El Lagarto abrió un paquete con  diez gramos de base que depositó en un plato. Sofía destapó una botella de cerveza y sirvió en algunos vasos. El Pipitas limpiaba su cachimba con un alambre. El Lagarto vació un cigarrillo y lo cargó con  base.

-Esto es una pistola, sólo que dispara para adentro.

La doró con un fósforo y se la pasó a Reed Charly.

-Pistola like me, tiene perfumito -expresó el novicio, inhalando el humo.

En las habitaciones contiguas del hotel se escuchaban carcajadas mezcladas con discusiones. Por momentos silencios densos, interrumpidos por el llanto de algún niño.

Después gemidos sexuales, intercalados con el violento abrir y cerrar de puertas. Era como un disco automático que se acababa y empezaba con las mismas canciones.

-La cerveza ser good .
-Es ecuatoriana -le respondió Sofía.
-¿Y el bazu-Quito de dónde ser?
-Se lo fabrica en Colombia, pero mira Charly, si quieres decirme que en este país toda la mierda que consumimos es importada, tienes toda la boca llena de…razón.
-Don’t gorry, in New York is the same shit.

El Lagarto armaba pistola tras pistola y fumaba silencioso. El Pipitas, se atragantaba a pipazos, inflando sus mejillas aruñadas por alguna gata ebria. Sofía, entre pistola y pipazo, llenaba los vasos, con los dedos largos y bien cuidados. Charly fumaba, poniendo especial énfasis en el olor.

En media  hora los diez gramos se extinguieron. Reed Charly pidió más. El Lagarto le explicó que el presupuesto acordado del tour, no alcanzaba. El visitante le entregó doscientos dólares y pidió que también compre algo fuerte para templar los nervios.

El Lagarto acompañado por el taxista Pipitas, salieron a cumplir la misión. En el cuarto del hotel, Reed Charly esperaba impaciente, frotándose las manos. Sofía desenvainó el violín de su estuche y empezó a ejecutar el bolero de Ravel. El músico la escuchaba sorprendido.

-Tu ser a great musician. En Nueva York podrías tocar en mi banda algunas songs.
-Pero yo soy travesti.
-In New York travesti is normal. Allá  tú poder work in clubs, for good money. I’ love your music.
-Me estás haciendo enamorar, Reed Charly.
-No confundir. I’ like woman.
 
Irrumpieron en la habitación, agitados, el Lagarto y el Pipitas.

-La policía justo después de cargarnos, agarró a la negra Sabina -denunció el Pipitas.
-Seguramente no le pagó los impuestos -acotó el Lagarto…
-Hay que andar pilas, es noche de redadas -advirtió Sofía.

El cuarteto reinició la sesión con cierto sigilo, desarmando y armando, cigarrillos, llenando y vaciando ceniceros, multiplicando botellas vacías de  aguardiente. En el silencio se distinguía la respiración agitada de Charly, la tos flemosa del Pipitas, el chispazo de los encendedores. En el resto de las habitaciones, los sonidos eran  casi similares. Desde la calle con cierta frecuencia se escuchaban pasos a la carrera, gritos solitarios que se apagaban. Luego de un prolongado y rígido silencio, el ruido de las sirenas de patrulleros o ambulancias tardías, acudiendo al último grito, bajo las cámaras de seguridad que eran  silenciosos y acechantes testigos.

Las calles de la Mariscal parecían un campo no santo, sembrado de restaurados y herméticos mausoleos. Alrededor  los muertos indigentes,  se destajaban por un pedazo de vicio, pan o abrigo para la larga pesadilla del alma a la intemperie.

A eso de las tres de la mañana, el material se acabó.

Todos se miraban  silenciosos, tensos y con  desconfianza.

-Y ahora sí nos toca hacer la magia -exclamó el Lagarto, distendiendo el ambiente.
-Ahora invita tú, que Charly ya se puso bastante -le replicó Sofía.
-El dinero de la empresa no se toca.
-No seas batracio, Lagarto… Bueno yo invito, con la plata que estoy reuniendo para cortarme esta tripa -decidió Sofía, señalándose la entrepierna.
-Yo pongo para el trago -acotó el Pipitas.
-No problem, yo todavía tener dinero, además bazu-Quito hacerme olvidar the heroine. 

Charly entregó  al Lagarto, un rollo de billetes de cien.

-El problema va a ser en dónde cambiarlos -cuestionó el Pipitas.
-Para esto está el Lagarto -respondió en tono seguro el empresario.

Los dos emisarios volvieron a abandonar la habitación. Reed Charly, se bajó de un sorbo el resto de botella que quedaba. Sofía recogió la mayor cantidad de colillas y armó unos cuantos pipazos que sostuvieron la ansiedad del huésped.

-Tú ser a good person, like a mother.
-Es que me inspira ternura verte tan desesperado.
-You know, nunca conocí a my mother. Ella morir cuando yo ser baby. Yo crecer con mi padre y diferents wifes.

Charly, mientras hablaba sudaba. Sofía sacó un pañuelo de su cartera y secó el sudor que emanaba por las sienes y manos del músico.

-Yo sentir paranoia.
-La base es muy fuerte, nos confronta con nosotros mismos. Saca a relucir nuestras fragilidades  al ismo tiempo que bloquea nuestras potencialidades.
-My caracther ser muy débil, tengo frío.

Sofía abrazó a Charly y lo acurrucó en sus pechos de silicona.

-Your tetas are beatifull...

El Pipitas golpeó la puerta de la habitación.  Sofía se levantó y  abrió.

-¡Lo agarraron al Lagartito! Yo estaba esperándolo en el taxi, cuando entraron a la pensión de los “Primos”, los tiras de antinarcóticos.  Embarcaron a todos en un bus, entre ellos iba también el Lagartito, con las manos esposadas -narró el Pipitas, agitado por el pánico recién vivido-. Además hay un carro con unos manes raros parqueados al frente.

Sofía sigilosamente espió por a la ventana y pudo distinguir a tres gringos en  el  interior de un auto sin placas.

-Deben ser de la DEA. ¿Será que este man es prófugo de la justicia? Hay que salir de aquí porque seguramente están haciendo redadas en todos los hoteles. Vámonos a la playa, a pegar unos buenos cebiches y a dejar de fumar tanto esta mierda –exclamó Sofía.
-Vamos -respondió el Pipitas.
-Lets go to the beach -celebró Reed Charly, agarrando su guitarra.

Los tres abandonaron el hotel entusiasmados, pero la fiesta se rompió, porque los detectives privados que había enviado el señor Lukyman desde las Vegas, con la intención de recuperar a su hijo, dominaron a Charly, torciéndole los brazos, y lo embarcaron rumbo al aeropuerto, en donde abordaron el avión ambulancia que lo esperaba para llevarlo de vuelta  a aquel frío hospital del lago Michigan.

Sofía y el Pipitas, subieron al taxi y persiguieron a los secuestradores, unos minutos antes que la policía antinarcóticos ingrese a la humeante hostal, para hacer  una requisa.

-Esto es un rapto, es una violación a la soberanía nacional -gritaba Sofía, pero los guardias del aeropuerto, estaban entretenidos con sus Reed Bull. Sólo uno atinó a decir: -¡Cállate marica! -arrastrando por el piso al travesti, que lloraba, lágrimas de hombre por sus ojos maquillados de mujer…

La Mariscal por la mañana, lucía sus jardines bien podados y brillantes, las ventanas limpias pero vacías. Cantaban los pajaritos. En los basureros ya no había huellas de la noche anterior. Las cámaras de seguridad paneaban desde todas las esquinas, persiguiendo un olor nauseabundo que brotaba por las alcantarillas. Los estudiantes iban a  clases, los comerciantes abrían sus negocios diurnos, en la apacible mañana. La noche anterior no  había sido más que la pesadilla cotidiana, de algunas ancianas agonizantes, en los floridos mausoleos del barrio. Un documental, que los cineastas secretos de la policía editaban para los próximos Óscares; claro está, si es que la señora plenipotenciaria del bunker-embajada del norte, lo permite.