domingo, 26 de agosto de 2012


PRELUDIOS DEL VIENTO

(Del Libro de los Preludios)

Por la avenida de los volcanes se desliza un hombre, casi invisible, fundiéndose con el paisaje. Cuando cruza las nieves su aliento emana escarcha, cuando ingresa en la selva su cabellera es una verde desenredadera y su boca un  canto de pájaros niños. Cuando bracea en las aguas, su cuerpo se torna brizna constante que las agita. Viene bajando desde una mina de Potosí, alumbrando el oscuro desde su pecho con un taco de dinamita. Viaja rumbo al muro mejicano, resuelto a volarlo en una noche silenciosa, a la que en lugar de estrellas iluminan  velas.

Ya  en la mañana serena, con cierto sabor a pólvora el rocío,  las manos de tres indias de Sonora, siembran floripondios por toda la ruta del muro disuelto, regándolos con las aguas del río Bravo, que para nosotros fue río Triste…de  tanta vida acribillada en su lecho.        

martes, 10 de abril de 2012


CIRCUS NIGHT
(de Reo-flexiones)

El circo se mueve en la noche. La jirafa bebe agua de la fuente, el fakir ama sobre su cama de puñales, un payaso ríe dormido; pero el domador no duerme…el león que habita su corazón, lo devora sin tregua…


LUCES DE CANCIÓN
(de Silencios en mi)

En el árbol del parque que adoran los krishnas, vi la silueta luminosa de un monje (Brabuphada), sobre la corteza iluminada por los rayos del crepúsculo. Los demás árboles permanecían en taciturna oscuridad. Después llegaron los devotos y empezaron las canciones. Entonces una luciérnaga se posó sobre mi mano y alumbró en mi frente, los placenteros y reveladores senderos que la noche  ofrece a cada sed…


sábado, 18 de febrero de 2012

ENCUENTRO EN CUARTA DIMENSIÓN
(de Caballo de aquel samurai)

A Rayita

Anoche cuando volvía a la ciudad, en una estación del viento me encontré con un ángel canino; en vida fue ella y partió en plenitud de infancia.

Tenía el  color de las mañanas en la luna y un rayo creciente alumbraba su frente.

El ángel mordía mis zapatos, recientemente abonados por el vapor de las olas de la tierra.  Después lamía una pulga luminosa y saltarina, en la ola de su vientre.

Con las alas abiertas se suspendía en la brisa, que dibujaba su mirada de niña en el lienzo traslúcido de la luna creciente.

El olor del sereno crecía y la pulga saltaba a mi mano en vigilia.  

Hilos de brizna envolvían nuestros cuerpos, y yo dejaba la luz saltarina, en la gota más niña.

Mientras la pulga viajaba en su líquido vuelo, el ángel me abrazaba, inhalando mi vida y exhalando su alma.

Con el  silbido profundo del tren sin cuerpo que se acercaba, nos fuimos desintegrando y al mismo tiempo integrando a la nota Siii, rumbo al tímpano de Dios… en donde anida el siiilencio…

martes, 17 de enero de 2012

A los tsunamis y sus tormentos solares…es decir  a nosotros, a las respuestas de los ecos de nuestra pasión…

LA FLAUTA EN LA LLUVIA  (de Egozumo)

Una tarde candente el flautista Flavio escapó de los ruidos de la ciudad, y buscando una cápsula acústica se fue a vivir en la honda galería de una mina de oro abandonada.

Estiraba los días prolongando el silbar del silencio con su flauta traversa. En las noches bebía del agua dorada que se filtraba por las rocas y dormía semanas, meses, y años quizás, arrullado por el eco de su propia melodía concentrada en el corazón de las piedras.

Tanto la cabellera como la barba se le fueron tornando doradas, al igual que la flauta y sus finos dedos que seguían tocando mientras silbaba dormido.

Una noche del violento verano, el músico despertó angustiado. Piedras de oro llovían desde el techo de la gruta y por las paredes chorreaban torrentes del líquido dorado.

Flavio escuchó el ruido de una perforadora mecánica que venía desde lo alto. Rápidamente guardó la flauta en su estuche, que también impregnado de oro pesaba como un ataúd, y abandonó la galería poseído del temor de volver a la ciudad enardecida.

La noche también llovía. Una tempestad de oro líquido azotaba la tierra. La gente se ahogaba entre gritos de júbilo y desesperación. La ciudad brillaba entre el oro de la dicha y la tragedia. En la torre de la catedral, un ciego que había incendiado sus pupilas de tanto soñar, agitaba la campana con la luz de sus manos afinadas dentro de su propia oscuridad.

En el cementerio relinchaban los corceles del ocaso, mientras las tumbas y la hierba se pintaban con la cascada áurea de aquel Sol estallando en la noche.

Flavio avanzaba con dificultad, el lodo ajustaba sus rodillas y el estuche con la flauta aplastaba sus frágiles hombros. El músico divisó entre la neblina dorada el portón del antiguo cementerio y se dirigió hacia allá, con el anhelo de refugiarse en el panteón de sus antepasados.

Luego de un trueno ensordecedor la flauta empezó a silbar, calmando gota a gota con su trino a la tormenta, hasta el punto de adormecerla como una brizna brillante en el aire oscuro.

Volvía la calma a la noche cuando Flavio y su flauta ingresaron en el panteón de sus antepasados, que la tormenta había ido transformado en un lago apacible y sin fin, en el que el recién llegado se internó con una tonada que dibujaba para dentro ondas de silencio… Pero que en su corazón sereno resonaban como las más bellas notas.